Entre las montañas y las calles de Medellín - Memorias Comunes | Turismo Vivencial
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Entre las montañas y las calles de Medellín

Surgiendo como una figura clave en los esfuerzos de construcción de paz territorial , Wilmar Sucerquia, firmante del acuerdo de paz entre  las extintas FARC-EP y el estado Colombiano, lidera “Memorias Comunes”, una iniciativa de turismo comunitario y vivencial que apunta a preservar la memoria histórica de Medellín y a fomentar la reconciliación. Su liderazgo señala un compromiso colectivo con la transformación inspiradora y la búsqueda de la no violencia.

Wilmar Sucerquia, nació en un municipio del norte de Antioquia llamado Sabanalarga, allí creció en un entorno rural, rodeado de la belleza de la naturaleza y en cercanías a resguardos indígenas. Él es el cuarto de una familia campesina de nueve hermanos y desde temprana edad soñaba con convertirse en ingeniero civil para construirle una casa a su mamá. Sin embargo, como también aconteció con otros de sus coterráneos, la violencia construyó un muro que le separó de su más preciado sueño.

Y es que la vida de Wilmar tomó un doloroso rumbo en 1985. Posterior a la penosa pérdida de su madre y a la intensificación del conflicto armado en su caserío, se vio obligado, junto con su familia, a abandonar la tierra que lo vio crecer, para refugiarse en otro municipio de Antioquia. Si bien durante cierto tiempo pudieron tener relativa estabilidad, la estela de violencia le siguió los pasos; ante esa sombra acechante, según su reflexión de aquel tiempo, era imperativo tomar una decisión al respecto.

Iniciaba el siglo XXI con la misma tendencia para él, y siendo un joven rural de veinte años, se enfrentó a una situación difícil. Carecía de recursos básicos, oportunidades de estudio u empleo, y su vida estaba en peligro constante. Como resultado, decidió enlistarse en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. No era una decisión fácil pues debía apartarse de quienes hasta ese momento le habían acompañado; si contaba con fortuna apenas podía comunicarse con su familia en meses o incluso años. Sin embargo, en este nuevo ambiente, y en compañía de sus compañeros de filas, cultivó y perfiló su vocación marcada por un profundo sentido político y crítico.

Aunque Wilmar fortaleció colectivamente su sentido político durante su permanencia en las FARC, esos años también fueron testigos de un período de violencia desenfrenada en la historia nacional, caracterizada por conflictos armados continuos y amenazas persistentes que dejaron una estela de sangre y lágrimas, en tal vez todos los rincones del país pero con mayor intensidad en aquellos más marginados. La inseguridad y la lucha por la supervivencia empezaron a tener mayor peso en la cotidianidad de la vida en armas.


Wilmar reflexiona sobre esta época afirmando que “Estar aquí nos hace testigos de un tiempo en el que solo unos pocos […] sobrevivimos para poder contar nuestra historia y forjar lazos de reconciliación.”


En el año 2016, tras la firma del histórico Acuerdo de paz en La Habana, se encendieron luces de esperanza para un ejército que, comprometido con un propósito revolucionario, había vivido durante mucho tiempo bajo la sombra de la libertad. Fue en este instante cuando Wilmar, después de dos décadas como guerrillero, finalmente pudo dejar atrás su pasado y embarcarse en la oportunidad de trazar otra historia para su vida.

Este nuevo capítulo en la vida de Wilmar comenzó en la vereda Santa Lucía, ubicada en Ituango, donde se entregó por completo a su proceso de reincorporación. No obstante, a pesar de todos los esfuerzos en busca de la paz, los conflictos continuaron acechándolo tanto a él como a sus camaradas. Esta inquietante realidad lo llevó a buscar un lugar más seguro, y en 2020, tomó la decisión de establecerse en Medellín, enfrentando el desafío de adaptarse a la vida en las calles de la ciudad después de haber pasado la mayor parte de su tiempo en medio de las montañas.

Después de varios años de adaptación, era el momento de iniciar una de las dimensiones del proceso de reincorporación, de quienes habían dejado las armas, esto como pivote para tomar una nueva dirección en sus trayectorias vitales. Con el respaldo de diversas instancias, tanto nacionales como internacionales, Wilmar y otros 30 colegas dieron forma a un proyecto de turismo comunitario en el 2021 al que bautizaron “Memorias Comunes.” Su misión es rescatar la memoria histórica y la resiliencia de las comunidades locales a través de narrativas de paz y experiencias de turismo vivencial.

En ese sentido, la primera ruta que crearon la nombraron “Bello Oriente: La Montaña que Siente,”  un emblemático barrio de Medellín con una de las mejores vistas panorámicas de la ciudad.  En esta ruta, los firmantes ofrecen la inmersión en la vida cotidiana de los habitantes del barrio, resaltando su entorno natural, gastronómico y cultural a través de experiencias de paz y reconciliación, garantizando un entorno seguro para los visitantes.

La historia de Wilmar Sucerquia González, representa no solo su propia vida, sino también la de otros firmantes de paz que apuestan por la reconciliación en lugar de la guerra. Su trabajo en proyectos comunitarios y su esfuerzo por encontrar caminos de No Violencia a través de procesos cooperativos, fortalecen la búsqueda de un país diferente. Se trata de un modo particular de práctica política, la de construir memoria histórica, con la que honran su compromiso de ejercerla por medio de la palabra.

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